Comentario
Lunes, 4 de marzo
Anoche padecieron terrible tormenta, que se pensaron perder de los mares de dos partes que venían y los vientos, que parecía que levantaban la carabela en los aires, y agua del cielo y relámpagos de muchas partes; plugo, a Nuestro Señor de lo sostener, y anduvo así hasta la primera guardia, que Nuestro Señor le mostró tierra viéndola los marineros. Y entonces por no llegar a ella hasta conocerla, por ver si hallaban algún puerto o lugar donde se salvar, dio el papahigo por no tener otro remedio y andar algo, aunque con gran peligro, haciéndose a la mar; y así los guardó Dios hasta el día que diz que fue con infinito trabajo y espanto. Venido el día, conoció la tierra, que era la Roca de Sintra, que es junto con el río de Lisboa, adonde determinó entrar, porque no podía hacer otra cosa; tan terrible era la tormenta que hacía en la villa de Cascaes, que es a la entrada del río. Los del pueblo diz que estuvieron toda aquella mañana haciendo plegarlas por ellos, y después que estuvo dentro, venía la gente a verlos, por maravilla de como habían escapado; y así, a hora de tercia, vino a pasar a Rastelo dentro del río de Lisboa, donde supo de la gente de la mar que jamás hizo invierno de tantas tormentas y que se habían perdido veinticinco naos en Flandes y otras señalaban allí que había cuatro meses que no habían podido salir. Luego escribió el Almirante al Rey de Portugal, que estaba nueve leguas de allí, de cómo los Reyes de Castilla le habían mandado que no dejase de entrar en los puertos de Su Alteza a pedir lo que hubiese menester por sus dineros, y que el Rey le mandase dar lugar para ir con la carabela a la ciudad de Lisboa, porque algunos ruines, pensado que traía mucho oro, estando en puerto despoblado, se pusiesen a cometer alguna ruindad, y también porque supiese que no venía de Guinea, sino de las Indias.
Martes, 5 de marzo
Hoy, después que el patrón de la nao grande del Rey de Portugal, la cual estaba también surta en Rastelo y la más bien artillada de artillería y armas que diz que nunca nao se vido, vino el patrón de ella, que se llamaba Bartolomé Díaz de Lisboa, con el batel armado a la carabela, y dijo al Almirante que entrase en el batel para ir a dar cuenta a los hacedores del Rey y al capitán de la dicha nao. Respondió el Almirante que él era Almirante de los Reyes de Castilla y que no daba él tales cuentas a tales personas, ni saldría de las naos ni navíos donde estuviese si no fuese por fuerza de no poder sufrir las armas. Respondió el patrón que enviase al maestre de la carabela. Dijo el Almirante que ni al maestre ni a otra persona, si no fuese por fuerza, porque en tanto tenía el dar persona que fuese como ir él, y que ésta era la costumbre de los Almirantes de los Reyes de Castilla, de antes morir que se dar ni dar gente suya. El patrón se moderó y dijo que, pues estaba en aquella determinación, que fuese como él quisiese; pero que le rogaba que le mandase mostrar las cartas de los Reyes de Castilla, si las tenía. El Almirante plugo de mostrárselas, y luego se volvió a la nao e hizo relación al capitán que se llamaba álvaro Damán, el cual con mucha orden, con atabales y trompetas y añafiles, haciendo gran fiesta, vino a la carabela y habló con el Almirante y le ofreció de hacer todo lo que él mandase.
Miércoles, 6 de marzo
Sabido como el Almirante venía de las Indias, hoy vino tanta gente a verlo y a ver los indios, de la ciudad de Lisboa, que era cosa de admiración, y las maravillas que todos hacían dando gracias a Nuestro Señor y diciendo que, por la gran fe que los Reyes de Castilla tenían y deseo de servir a Dios, que Su Alta Magestad los daba todo esto.
Jueves, 7 de marzo
Hoy vino infinitísima gente a la carabela y muchos caballeros, y entre ellos los hacedores del Rey, y todos daban infinitísimas gracias a Nuestro Señor por tanto bien y acrecentamiento de la Cristiandad que Nuestro Señor había dado a los Reyes de Castilla, el cual diz que apropinaban porque Sus Altezas se trabajaban y ejercitaban en el acrecentamiento de la religión de Cristo.
Viernes, 8 de marzo
Hoy recibió el Almirante una carta del Rey de Portugal con don Martín de Noroña, por lo cual le rogaba que se llegase adonde él estaba, pues el tiempo no era para partir con la carabela; y así lo hizo, por quitar sospecha, puesto que no quisiera ir, y fue a dormir a Sacanben. Mandó el rey a sus hacedores que todo lo que hubiese el Almirante menester y su gente y la carabela se le diese sin dineros y se hiciese todo como el Almirante quisiese.
Sábado, 9 de marzo
Hoy partió de Sacanben para ir adonde el Rey estaba que era el valle del Paraíso, nueve leguas de Lisboa; porque llovió no pudo llegar hasta la noche. El Rey le mandó recibir a los principales de su casa muy honradamente, y el Rey también le recibió con mucha honra, y le hizo mucho favor y mandó sentar y habló muy bien, ofreciéndole que mandaría hacer todo lo que a los Reyes de Castilla y a su servicio cumpliese cumplidamente y mas que por cosa suya; y mostró haber mucho placer del viaje haber habido buen término y se haber hecho; mas que entendía que en la capitulación que había entre los Reyes y él que aquella conquista le pertenecía. A lo cual respondió el Almirante que no había visto la capitulación ni sabía otra cosa, sino que los Reyes le habían mandado que no fuese a la Mina ni en toda Guinea, y que así se había mandado apregonar en todos los puertos del Andalucía antes que para el viaje partiese. El Rey graciosamente respondió que tenía él por cierto que no habría en esto menester terceros. Dióle por huésped al prior del Crato, que era la más principal persona que allí estaba, del cual el Almirante recibió muy muchas honras y favores.
Domingo, 10 de marzo
Hoy, después de misa, le tornó a decir el Rey, si había menester algo que luego se le daría, y departió mucho con el Almirante sobre su viaje, y siempre le mandaba estar sentado y hacer mucha honra.